Fue en Italia, donde ingresó como profesor de música. Se dio cuenta de que sus alumnos tenían dificultades para recordar el canto gregoriano e inventó la manera de hacer que se lo aprendieran más fácilmente. Por desgracia allí los monjes desconfiaban de sus técnicas y lo expulsaron de Arezzo.
El himno de San Juan el Bautista era muy conocido en aquella época y se lo ocurrió utilizar las primeras letras de cada frase para llamar a las notas musicales (en este himno cada frase comenzaba por una nota más alta que la anterior). Este método de entonación lo llamó "solmización", lo que pasó, más tarde, a llamarse solfeo. Lo usaba para enseñar música, y así es como el Papa lo introdujo en la Iglesia. Más tarde la nota Ut fue cambiada por Do.
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